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Empecé jugando a los 5 años en un Club de mi antiguo barrio. Los entrenadores en esa etapa son bastante importantes, sobre todo a la hora de enseñar técnica individual y el concepto del baloncesto como juego en equipo. Para conseguir esto, es importante que el entrenador y el club no tengan como objetivos conseguir medallas, pues estas cualidades se perderían.
Otro factor muy importante en esas edades son los padres que siempre han estado ahí, animando, nunca insultando, siempre dando buen ejemplo. Actualmente, lo peor para un niño a esas edades es tener a un padre en la grada exigiéndole más que el entrenador, o haciendo incluso que el niño se sienta avergonzado delante de todo su equipo. Esto se aplica tanto a entrenadores como a padres.
En esa primera fase, en resumen, lo primordial es como entrenador, hacer participar a todo el equipo en el juego, no volcarse sólo en unos pocos, hacer sentirse a todos por igual, como una piña y empezar a hacer desarrollar las destrezas individuales de cada uno, enseñar a manejar las dos manos como un ambidiestro, mecánica de tiro (enseñarles que no es necesario encestar que poco a poco haciendo lo que se les dice y con práctica, irán colándose por sí solas), pasar… Y por último, desarrollar esas habilidades en un partidito donde el mensaje sea, ahora muestra todo lo que te he enseñado participando, ayudando y colaborando con tus compañeros.
Mi segunda fase digamos que fue en Maristas, alevín de primer año y de segundo. Esta etapa para mí fue algo difícil a nivel personal pues los entrenadores, padres y jugadores me hacían sentirme superior al resto de la gente y a esas edades es una presión que no se puede soportar. Si perdíamos, era porque yo no había tirado del equipo, si ganábamos, era porque había sabido llegar a ser lo que esperaban de mí. Para una niña de esa edad, no creo que sea justo ni para la niña, ni para las compañeras. No obstante, hay que mencionar que gracias a ello, muchas niñas se “picaron” con la situación y empezaron a mejorar a pasos agigantados porque querían llegar a jugar como yo. Y que conste que durante toda mi carrera como jugadora, creo que siempre se me ha valorado más de lo que soy.
Como pieza importante de ese equipo, empecé a hacer horas extras pidiendo entrenar con equipos de categorías superiores para mejorar y mejorar, mi vida era el baloncesto. Los entrenadores me trataban muy bien porque apreciaban esa dedicación y esfuerzo.
A nivel ya grupal, en esas categorías sigo pensando que no son importantes las medallas y hay que hacer más hincapié en el juego en equipo. Todos juegan seas malo o bueno, sólo tienes que ir a entrenar y esforzarte y tendrás tu recompensa con tus minutos en los partidos. De esta forma, el jugador saldrá de esa categoría sabiendo que tiene que ir a entrenar, que tiene que seguir esforzándose y que el baloncesto es un juego en equipo.
Cuando salí de ese equipo, pasé a Complutense, donde me abrieron la posibilidad de ir un par de veces a Concentraciones que organizaban seleccionando a las futuras promesas del baloncesto español. Aquí empecé a darme cuenta que la gente realmente confiaba en mí y en mis destrezas como jugadora. En esas concentraciones había entrenadores de muy alta calidad y algo que me llevaba a seguir trabajando es que en la pista de al lado tenías a chicas de la Selección de España entrenando. Esos días fueron muy duros, entrenamientos por la mañana y por la tarde, 3 horas y dos horas respectivamente. Cual campamento aprendes a convivir y a compartir con muchas jugadoras y ahí no tienes trato privilegiado, nadie te conoce y nadie es peor que tú, al revés, te abren los ojos viendo que esa burbuja que te habían creado, se ha roto, hay jugadoras de todas partes que son mejores física y técnicamente. Así que tocó aprender de ellas. Los entrenamientos se basaban en mucha técnica individual, perfeccionando los errores que arrastrábamos desde pequeñas y dando mucha importancia al manejo de las dos manos.
Fuera de esas concentraciones, en Complutense, seguían confiando en mí para tirar del equipo de mi categoría e incluso de la superior. En esa época, me formé muchísimo como persona responsable de un grupo porque ya estaba más preparada para asumir ese papel.
Ese mismo año, en la selección de Madrid, volví a sentir que era del montón, que tendría que currarme el puesto y en ello, no me ayudó para nada el entrenador. El seleccionador era alguien que imponía por su posición de decidir si te quedabas en el equipo o no, y él no hacía más que gritarme y decirme lo mal que lo hacía pero gracias al segundo entrenador, quien me animó y me enseñó como mejorar, supe tirar adelante y sacar provecho de mis habilidades. En este punto, destacar lo importante que es un segundo entrenador, tanto como el primero.
Acabé después en el Estudiantes, donde era ya aprender táctica con grandes entrenadores, leer el juego y a saber tomar las decisiones adecuadas en cada momento. El segundo año de Estudiantes fue donde pude sacar a relucir algo muy importante sobre el baloncesto y que se puede decir en una sola frase, un jugador gana partidos pero un equipo gana campeonatos. Esa frase no es mía, pero es tan cierta como la vida misma. Ese mismo año, teníamos un equipo bueno, dos o tres jugadoras en la selección de Madrid pero ninguna en la de España, jugamos las 12 y quedamos Campeonas de España. Ni que decir tiene que todo el cuerpo técnico y el club en esa época se estaba volcando mucho en el baloncesto femenino, y nos hicieron y permitieron sentir como equipo y continuar con el buen rollo del equipo, eso sí que fue un EQUIPO.
A partir de ahí, podríamos decir que empecé con los estudios en la universidad y supe que el baloncesto no iba a ser mi vida aunque sí que formaría parte de ella para siempre, porque soy como soy, gracias a lo que me ha dado el baloncesto, y con baloncesto digo, entrenadores, padres, compañeros, rivales, árbitros, clubs, amigos…
Intenté dejar el baloncesto un año para dedicarme a la universidad pero lo echaba tanto de menos que decidí seguir jugando sin tanto compromiso y por lo tanto, sin tanta competición. Estos últimos años han sido los más relajados y los que tal vez a nivel personal, es donde he podido sacar más fruto de lo que sé del baloncesto.
Y como resumen podría decir que el baloncesto me ha formado muchísimo como persona, tanto por los buenos entrenadores, ya sean preparadores físicos, fisioterapeutas, médicos, como por los compañeros, sus padres y por supuesto mi familia. Digamos que como deporte de equipo, el baloncesto lleva consigo algunos valores de la vida que no se aprenden en cualquier parte, compartir, ser competitivo asumiendo y aprendiendo que no siempre se gana, respetar al rival, a tus compañeros, al público, a los árbitros, en fin a todo lo que rodea una cancha de basket. Y otra cosa muy importante, el compromiso con y para los demás y la disciplina.
Estos valores hay que transmitirlos desde pequeños y no es tarea sólo del entrenador, sino de los compañeros, padres, árbitros, club y todo lo que rodea a este deporte.